Por Orlando Mondragón Padua, siglo XVII. Hay una turba de gente amontonándose en los barandales de madera. Los pasillos son estrechos para que si alguno se llegase a desmayar se mantenga de pie y no estorbe. Si miras hacia arriba hay todavía dos niveles más de gradillas abarrotadas de personas que ven directamente a la plancha de disección. No puedes mirar nada, simplemente somos demasiados. Estás tentado a ser uno de esos asistentes que se abrazan a los pilares, hasta casi caerse, para poder asomar un poquito más la cabeza al centro donde el cirujano está a punto de hacer el primer corte. Los teatros anatómicos eran un espacio de las universidades para realizar disecciones en cuerpos humanos. Poco a poco se fueron volviendo un evento público, donde se pagaba una entrada para poder asistir a la disección de un criminal. ¿Cuál era la fuerza que movía no solo a estudiantes y científicos sino a las personas del pueblo a asistir a dichos eventos? El cuerpo humano, ese espacio de múltiples y simultáneos acontecimientos, siempre ha sido uno de los misterios más apasionantes. Tan cercano y, sin embargo, tan inaprensible. Con esa voluntad de observar lo que es imposible en lo cotidiano, nos acercamos a Hataraku Saibou, un ánime que busca aproximarnos a los eventos celulares que tienen lugar en el cuerpo. Nuestros héroes son un neutrófilo y una eritrocito, dos de tantas células que circulan en legiones por largos corredores arteriales. Desde los minutos iniciales del primer capítulo, en que una voz en off predica: “Dentro del cuerpo humano hay aproximadamente 37 billones de células que trabajan a diario…” se deja entrever el ánimo didáctico de la serie. Pero algo ocurre: el suelo se rompe. Del piso brotan algunas bacterias que se disponen a atacar a los eritrocitos con sus alargados brazos que terminan en filosas zarpas. Se trata de los Streptococcus Pneumonieae, microorganismos patógenos capaces de causar distintas infecciones en el organismo. Justo antes de alcanzar a la eritrocito, este invasor es interceptado por un neutrófilo quien queda bañado en sangre después de acuchillarlo. "Con esa voluntad de observar lo que es imposible en lo cotidiano, nos acercamos a Hataraku Saibou, un ánime que busca aproximarnos a los eventos celulares que tienen lugar en el cuerpo." Estamos, pues, ante un ánime, no uno de los holgados y trabajosos documentales de Discovery Chanel. Este es, quizá, uno de los aciertos de la serie: no ser sólo una ilustración antropomorfizada y acaso pedagógica de las células sanguíneas, sino ser decididamente un ánime. Por supuesto que hay un afán de apegarse a las funciones reales de cada célula, pero también existen licencias que hacen de los múltiples personajes de la serie una rica variedad de personalidades y entretenimiento. Es por estas licencias que vemos a los macrófagos acuchillar en lugar de engullir entera a una bacteria, a los eritrocitos caminar a libre voluntad y no arrastrados, atropellándose unos con otros, en ríos de plasma; y a las plaquetas como seres completos y no como fragmentos citoplasmáticos de otras células. El hecho de que las células blancas sean un cuartel de soldados entrenados en usar sus peculiares habilidades para proteger el cuerpo, que el Staphylococcus Aureus tenga una armadura refulgente (en la jerga médica a esta bacteria se le conoce como “El estafilococo dorado”), que el virus de la gripe sea un zombie (un virus es un ente patógeno que no está ni vivo ni muerto) y que un estornudo pueda mandar misiles de bacterias al aire, son guiños de exactitud que agradecemos y que no dejan de sorprendernos. Somos espectadores de esta microscópica realidad que ocurre a diario en nuestro cuerpo y de la que no somos conscientes. Hataraku Saibou dio en el blanco al buscar una línea de narración que asombrara y a la vez nos fuera familiar. A lo mejor este es el más atinado de sus logros: para ser espectadores de una aventura que sobrepase toda expectativa convencional, quizás baste mirar a través de nuestras cerraduras, al interior de nuestro cuerpo. Como aquellos asistentes legos de los teatros anatómicos: nada más para ver qué hay adentro. Orlando Mondragón (Guerrero, 1993) es médico cirujano por la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco. Becario del Festival Interfaz-ISSSTE Cultura en 2017. Mención honorífica del “VI Premio Estatal de Cuento, Poesía y Ensayo Literario Joven” del estado de Guerrero, en la categoría de poesía. Ganador del “IV Premio de Poesía Joven Alejandro Aura”, por su libro Epicedio al padre. Actualmente es becario del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico del estado de Guerrero (PECDAG).
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