Por Graciela Manjarrez En su estudio Retrato de una chica porno, Kyle Smith se equivoca, primero, al condenar a The Girlfriend Experience como una obra obscena, “inmunda y fea”, cuyo valor (a pesar de sus niveles de audiencia), es nulo; segundo, al intentar ver a ésta como una escritura de segundo nivel, muy alejada de su antecesora del 2009 con el mismo título y sin ninguna incidencia en el debate de la vida contemporánea. La primera afirmación contribuyó a que la crítica no recibiera, con muy buen ánimo, la sustitución de la ex estrella porno literaria Sasha Grey por Riley Keough. Kyle Smith, como la mayoría de los lectores, no echó de ver la intención subversiva debajo de las apariencias que da la prostitución de lujo. En la tradición literaria, The Girlfriend Experience no es una creación aislada, tiene raíces recientes no sólo en la obra homónima de Grey sino en discursos como Belle de Jour, Princesas, Ellas, Chloe, Jeune et Jolie o, incluso, en Ceniputacienta o, mal llamada, Pretty Woman. Y hondas en La Celestina o Tragicomedia de Calixto y Melibea y novelas picarescas femeninas como La Lozana Andaluza. Obras que tratan a la prostitución como una elección personal, una forma de trabajo, una inversión y, sobretodo, una apropiación y goce del cuerpo femenino, y que, obviamente, las aleja del género lupanario de la prostitución como una forma lamentable de explotación y abuso. |