Por Daniela Moyes Desde su creación la televisión fue menospreciada, fue vista como la “hermana fea” que se encontraba a años luz de alcanzar la genialidad del arte cinematográfico (hay muchos que siguen pensando así). Sin embargo, desde hace un par de décadas, esto ha ido cambiando. Actualmente, las series de televisión han alcanzado tal relevancia que muchas veces son preferidas sobre las películas. Sin embargo, cabe destacar que, por un lado, la calidad de las series a nivel global ha aumentado de manera radical a últimos años y por otro, la calidad de los programas televisivos regulares no seriales ha seguido…regular. Por supuesto, esto de ninguna manera implica que no haya excepciones y, los programas de la BBC, son una de ellas. Por sobre todas las compañías y cadenas televisivas, la BBC destaca por la calidad de sus contenidos tanto en el terreno escrito como en el de realización. Muchos podrán pensar que esto está relacionado con el presupuesto con el que cuenta la compañía, sin embargo, ésta no tiene ningún tipo de apoyo económico por parte del gobierno o de publicidad. Entonces ¿cuál es el factor definitivo para que este gran corporativo tenga tan buen contenido? La respuesta es: independencia. Sí, lo que en ningún país de América existe, en el Reino Unido opera por medio de un estatuto real que garantiza la independencia de la empresa de cualquier tipo de regulación comercial y/o política. La British Broadcasting Corporation se sostiene por medio de un impuesto anual pagado por cada persona que tiene una televisión en el territorio (alrededor de 145 libras esterlinas por televisión). De esta manera, los programas están pagados por el espectador y, lo más importante: son hechos PARA el espectador. Por Carlos Tello de Meneses Aunque pueda parecer extraño decirlo, la tercera era de oro de la Televisión norteamericana ha llegado a su fin. Hago esta sentencia no por un declive en la calidad de su producción, la cual sigue siendo robusta e incluso se habla de un punto de saturación de la televisión de calidad, sino porque los elementos que la componían y definían han sido sustituidos por otros. Willa Paskin, crítica de televisión para el sitio Slate, acuñó el término de Peak TV* para hablar de esta nueva era. Definida por la diversidad y atención no sólo a las minorías sino por una diversificación de temas, géneros y puntos de vista que curiosamente escaseaban durante la llamada era de oro. ¿La principal causa de esta escasez? El género de esta era de oro fue el drama y su tema de estudio fue el hombre y la agonizante relevancia de la masculinidad clásica. Sólo hay que pensar en los programas que definieron a esta era y los hombres en el corazón de ellas: Los Sopranos, Six Feet Under, Breaking Bad, Deadwood, Mad Men, The Shield, Boardwalk Empire, The Wire. Aunque muchas de estas series fueron notables por sus estructuras arriesgadas y descarnada narrativa, el gran atractivo de ellas fueron sus personajes. Creando un gran tapiz de protagonistas y antagonistas realistas, con moralidades complejas y llenos de defectos, estas series dieron a luz a muchos de los personajes más memorables de la televisión norteamericana. Los nombres de Tony Soprano, Walter White, Don Draper y Dexter Morgan resuenan en los oídos de cualquier fan de la televisión. Por Carlos Tello de Meneses La representación de las mujeres en la cultura popular siempre ha sido problemática. Aunque hay notables excepciones como las de Buffy, Lisa Simpson, Xena y Verónica Mars la verdad es que la televisión había fallado consistentemente en representar al género femenino, quedándose corto y reduciéndolas muchas veces a personajes unidimensionales o estereotipos congruentes con la visión sexista de la cultura occidental. Como representación de su sociedad, la televisión era tristemente un reflejo de la profundidad de estas nociones arcaicas. Durante la tercera era de oro de la televisión americana, estas visiones arcaicas fungieron un papel fundamental en la solidificación de su tema principal. Mucho se ha escrito sobre cómo le “fallaron” algunos de estos programas a sus personajes femeninos. Se criticaba que muchas de sus mujeres fueron reducidas al papel de la esposa mandona y criticona, o al de la redentora y maternal. Es cierto que el foco principal de estas series eran sus protagonistas masculinos, cuyas tendencias sí eran sexistas y retrógradas, pero el enfoque que Gilligan, Chase, Milch y sus análogos les dieron a estos personajes femeninos fue un significativo paso hacia delante en la representación de la mujer en televisión. Una de las características principales de este paso fue el poner en evidencia, a través de sus protagonistas, lo infecciosas que pueden llegar a ser estas conductas que muchos hombres proyectan sobre sus parejas, hijas y compañeras. Por Graciela Manjarrez Entre octubre de 1993 y mayo de 2003 se transmitió en México, por los canales de televisión abierta 4, 5 y 9, la serie juvenil Beverly Hills, 90210. El programa creado por Darren Star y producido por Aaron Spelling, narraba las aventuras de un grupo de adolescentes que vivían en la lujosa zona de Beverly Hills, con código postal 90210, y asistían a la ficticia West Beverly Hills High School. En un principio, la serie se centraba en el arribo de la familia Walsh (Jim, Cindy y los mellizos Brenda y Brandon) procedentes de Wayzata, Minnesota, a esta zona acomodada de California. Esta mirada externa les permitió a los guionistas de la serie, al menos en los 44 capítulos de la primera y segunda temporada, contrastar los usos y costumbres de la vanidosa Kelly Taylor; el galán tramposo Steve Sanders; la disléxica y superficial Donna Martin; el “rebelde” sin mucha causa Dylan McKay; la exitosa y sin chiste Andrea Suckerman y el dj, rapero, pesado, que a nadie caía bien, David Silver con la familia modélica Walsh, que encarnaba los valores de la familia tradicional americana. Cada capítulo tenía una duración de 45 minutos y una estructura narrativa similar: presentación del personaje y el conflicto que encarnaba, enfrentamiento con el valor opositor (generalmente puesto en Brandon, Brenda, Jim/Cindy, algunas veces Andrea, o una institución), complicación de este conflicto, reconocimiento del error, amonestación, y ¡boom! final feliz. Con algunas variaciones, esta estructura le permitió a la serie tratar temas como el abuso del alcohol y las drogas; el uso de la trampa, en cualquiera de sus modalidades, para la obtención de algo o de alguien; el embarazo adolescente; la detección temprana del cáncer de mama; la vacuidad y el sin sentido de tenerlo todo a manos llenas; la carencia emocional de las familias rotas; la infidelidad, el uso de las armas; el acoso y la violación; y el suicidio. Todo esto aderezado con historias amorosas que iban y venían. |