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Televisión: reseñas y análisis

Las cosas extrañas no siempre son fáciles

10/20/2016

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Por Mariano Murguía
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El furor de las series originales de Netflix empezó una guerra despiadada en el ámbito de la nueva televisión que se transmite por internet. El estreno de Stranger Things y la manera en que todo mundo empezó a hablar de ella de un día para otro, fue un golpe mediático que sacudió el internet. El esquema de producción y exhibición permite que series como ésta hayan tenido un lugar donde encontrar la gloria. Esa dimensión de Netflix que se puede leer en la superficie del océano de Facebook o Twitter (cuántas niñas no se van a rapar en Halloween para ser como Eleven) eclipsa otros estrenos como Easy, una antología de episodios sin relación, sobria, elegante y profunda, sobre las relaciones amorosas en el Chicago actual.
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Los riesgos que tomó Netflix desde que tuvieron la peregrina idea de transmitir películas por internet hasta el día de hoy han sido muchos. Entre ellos está el esquema de producción internacional que opera en series como Lillyhammer, su primera producción original en colaboración con Noruega. Una serie donde un actor, conocido por sus papeles secundarios en películas y series de la mafia italiana, tendrá su primer protagónico importante como un mafioso que huye como testigo protegido a un pequeño pueblo noruego a instalar su nueva mafia. Esta premisa podría sonar poco atractiva para una televisora acostumbrada a Dr. House. Aunque no fue un éxito a nivel mundial, una quinta parte de la población de Noruega la vio.

A meses de su estreno es fácil ver porque Stranger Things es un éxito de crítica que todo mundo quiere ver. Las claras referencias nostálgicas o el cuidado narrativo con el que la información se dosifica a través de los ocho episodios, son aspectos que varios ejecutivos rechazaron antes de llegar a los responsables de Orange is the New Black y House of Cards. La historia de Eleven y sus amigos está diseñada para nuestra época. Todos los que vivimos los últimos años antes de la era digital sentimos una nostalgia que nos convierte en seres predecibles.
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Con el mismo descaro que la compañía de Mickey Mouse se llena los bolsillos con refritos de material preexistente, los hermanos Duffer lo hacen de manera más elegante. Con la misma pericia que tuvo George Lucas al mezclar elementos tan distintos entre sí como las películas de Akira Kurosawa y los encuadres de El Triunfo de la Voluntad (una película de propaganda Nazi), estos tipos reunieron todo lo que nos gusta del cine ochentero en una historia que nunca habían contado. Con la misma sensación con que uno vio The Force Awakens en el cine, distinguiendo los clarísimos guiños a la original Star Wars, los espectadores intuíamos el rumbo que tomaría la desaparición de Will Byers. Esa mezcla entre algo familiar y novedoso es quizás el ingrediente que hizo tan efectiva la serie.
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“Netflix todavía no se regocija en ningún éxito, ha plantado semillas dirigidas a públicos diferentes con una calidad que se mantiene por lo menos en el ochenta por ciento de su contenido original”


Con menos popularidad se han estrenado tres series originales de Netflix que abordan la comedia romántica cotidiana y que están a la altura de una película regular de Woody Allen (quien por cierto acaba de entrar a la contienda de las series a través de Amazon con una serie llamada Crisis in Six Scenes). Love, Master of None y Easy son tres ejemplos de este universo paralelo de Netfilx que sucede debajo de la atmósfera comercial de la compañía. Con el mismo espíritu agridulce que Annie Hall le dio a las comedias románticas, podemos encontrar  en Easy ocho brillantes episodios como “Art and Life” que nos recuerda películas como Deconstructing Harry.

La apuesta que tenía el director Joe Swanberg con Easy es mucho más arriesgada que la de los hermanos Duffer. Con su serie equivalente a un disco con los mejores éxitos de los ochenta hechos película, la idea de hacer ocho episodios unitarios con historias separadas que hablen sobre las relaciones amorosas en Chicago suena como una posible buena idea que podría ser muy aburrida. A pesar de su título, Easy no es algo tan sencillo de digerir en un maratón. Ver tres capítulos es para el espectador como si cada uno hubiera sido una película. Por otro lado, mirar sólo tres capítulos de Stranger Things, se siente como la primera media hora de E.T.

Netflix todavía no se regocija en ningún éxito, ha plantado semillas dirigidas a públicos diferentes con una calidad que se mantiene por lo menos en el ochenta por ciento de su contenido original. La promesa de los seis nuevos episodios de Black Mirror es algo que todos queremos ver. El género de la serie unitaria le da cabida a un formato que siempre ha tenido problemas por encontrar su público: el mediometraje, una película completa dentro de media hora o menos.
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Los formatos televisivos y cinematográficos imitan algunos esquemas literarios como la novela o el cuento que se traducen a una película de noventa minutos o un cortometraje. Stranger Things da la sensación de ser una historia de ciencia ficción que publica un capítulo a la semana a través de los periódicos. Así como Orson Welles paralizó a la gente cuando leyó en la radio fragmentos de La Guerra de los Mundos, haciéndoles creer que los marcianos ya habían llegado sin bailar el cha cha chá, la serie logra un impacto que hace que quieras hablar de ella y demostrar que sabes todas las citas de la cultura popular (algunas más sutiles que otras) que la serie ofrece.
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“Netflix brinda formatos nuevos que nos hacen ver algo que realmente va más allá de la televisión. Con todo el respeto que merece HBO, sus formatos no dejan de ser los de la televisión tradicional”


En una esfera más pequeña, pareciera que Netflix encontró un equivalente audiovisual a las antologías de cuentos. Sin la necesidad de seguir a los mismos personajes, sólo con una unidad temática, las ocho historias de Easy son más fuertes si se ven juntas. Nos hablan de diferentes contextos dentro de un mismo universo al considerarlas bajo un mismo título con una estética similar. Estos episodios tienen un valor añadido que invita a reflexiones profundas sobre el tema que nunca ha dejado de existir en ninguna sociedad de la historia de la humanidad, el amor. La nueva televisión del mundo plural del internet es incluyente en su contenido. Narcos une a toda América de una manera que Simón Bolivar nunca logró: poniendo a un agente gringo de la DEA a perseguir a un narcotraficante colombiano interpretado por un actor brasileño que es reemplazado por un personaje interpretado por el mexicano Damian Alcázar.

La creatividad de los responsables en producir esta variedad de series no se limita únicamente a ver si la historia es buena. Netflix brinda formatos nuevos que nos hacen ver algo que realmente va más allá de la televisión. Con todo el respeto que merece HBO, sus formatos no dejan de ser los de la televisión tradicional. Sin quitar ningún mérito a Game of Thrones, la estructura de los episodios y las líneas dramáticas obedecen a las mismas fórmulas que cualquier telenovela. La diferencia está en la maestría con que se cuenta una historia que ya era sólida desde el material literario en que está basado. Aquí hay sólo algunos ejemplos de las cosas extrañas que los responsables de House of Cards han producido.

El éxito de la compañía ha sido tan grande como su audaz apuesta de llevar la renta de películas al internet. Blockbuster (que en paz descanse) alguna vez rechazó a los dueños de Netflix que ofrecían este servicio al emporio de la renta de VHS y DVD en el lejano año 2000. Los directivos de la compañía, después de una década de rechazo, piensan dos veces antes de rechazar una idea descabellada.
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Mariano Murguía
Es estudiante de dirección en el Centro de Capacitación Cinematográfica, donde ha escrito y realizado dos cortometrajes de comedia. Fanático de la ironía y la exageración, el 50% de lo que dice es mentira. Adicto a spoilear películas taquilleras.
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